El método Murakami
Anteayer Murakami hizo su discurso y ayer, a las 7 de la tarde, firmaba libros
Artículos | 11/06/2011 - 00:00h
Anteayer, en el Palau de la Generalitat, Haruki Murakami recibió el Premi Internacional Catalunya y –tal como explicaba ayer Xavi Ayén en estas páginas– en el discurso de aceptación fue contundente con las centrales nucleares. (Eso de las centrales, por cierto, ha dado en pocos años un giro espléndido, que ha descolocado a muchos de los que luchaban contra ellas desde los sesenta. Ahora que Angela Merkel ha dicho que basta, los de las pegatinas con el sol y el lema "¿Nucleares? ¡No, gracias" están perplejos. Quién les iba a decir que sería la líder de un partido conservador –la Unión Democristiana de Alemania– quien finalmente encabezaría su desmantelamiento en Europa; porque, en cuanto las desmantelen en Alemania, las desmantelarán en el resto de la Unión.)
Volvamos a Murakami. Anteayer, pues, hizo el discurso y ayer, a las 7 de la tarde, firmaba libros en la Fnac Triangle. En la tienda avisaban de que sólo firmaría libros a las 150 primeras personas. Normalmente, cuando un escritor firma libros en una tienda lo hace durante un periodo de tiempo. Una hora y media, dos... Una hora si es el Día del Libro y, cual puta por rastrojo, tiene que ir de librería en librería –de hora en punto a hora en punto–, sin tiempo para desplazarse de un sitio a otro y, por lo tanto, llegando siempre tarde. Murakami, no. Murakami no firma libros a lo largo de un tiempo determinado sino que lo que determina es la cantidad: 150. Si fuese un escritor poco popular podría pasarse semanas, tras el mostrador, con cara de pasa y sin firmar 150 ejemplares, pero, como su público es devoto, la cola debió formarse ya por la mañana. Si la tendencia se consolida no descarto que, de ahora en adelante, los lectores mitómanos duerman a la puerta de las librerías la noche antes, como los adolescentes cuando sus ídolos –Justin Bieber, por ejemplo– actúan en el Palau Sant Jordi.
Me gusta el método Murakami porque, así, cuando un escritor echa la firma 150 se puede levantar de inmediato sin tener que excusarse, y sin salir por una puerta lateral, escondido tras unas gafas de sol y las solapas de la gabardina. También me gusta porque ningún infeliz le sonreirá y le dirá –como la gran cosa– eso de "los últimos serán los primeros", una memez que escuchamos a menudo a lo largo de la vida y que los que la dicen atribuyen a la Biblia, aunque en la Biblia no aparezca por ningún lado. La frase más aproximada está en el Evangelio según Mateo –"Muchos pasarán de primeros a últimos, y muchos, de últimos a primeros"– y es bastante diferente. Y, en la cola para que Murakami te firme un libro, ni siquiera esta frase sirve: los últimos son siempre los últimos, y a los últimos no les firma ningún libro. Si quieres que te firme uno, más te vale que, ni que sea por un día, entierres la impuntualidad y te presentes no sólo a la hora estipulada sino unas cuantas antes.